lunes, 22 de junio de 2009

¡ SALVEMOS A MECHE !

Si pues,ese será el grito de guerra el famoso día de la interpelación en el Congreso, al Primer Ministro, Yehude Simon, y a la Ministra del Interior, Mercedes Cabanillas, porque en el caso de la ex presidenta del Congreso ha logrado algo espectacular: TODOS LOS OPINOLOGOS PIDEN SU RENUNCIA EN SUS ANALISIS DE COYUNTURA.
¡ Salvemos a Meche ! dicen que será el grito de batalla de sus incondicionales; sinembargo, el comentario que ha publicado Ricardo Vásquez Kunze, pone en blanco y negro, ese sentimiento que ninguna mujer peruana desea o quisiera tener:
Pobre mujer
Autor: Ricardo Vásquez Kunze

Me encantan las mujeres que triunfan en política porque es ahí donde el carácter, el espíritu y la voluntad alcanzan su esplendor. Y como a las mujeres se las ha tenido siempre por débiles de espíritu, de carácter y de voluntad, no hay mayor triunfo para su sexo (y para sus admiradores) que desmentir con la política de los hechos semejantes prejuicios.
Pero, para cualquiera en la vida, no es el cargo el que otorga el triunfo político a una mujer.
Una mujer no hace triunfar a su género cuando llega a presidente o a primer ministro, sino cuando prueba que el cargo estaba hecho para sus talentos. Y como por desgracia la mujer no ha tenido como el hombre tantas oportunidades políticas, entonces, cuando esa responsabilidad recae sobre sus hombros, todos esperan de ella mucho más de lo que esperarían de cualquier hombre.
Así, cuando una mujer no da la talla para el cargo, su fracaso será el fracaso de su género. Es injusto, pero la vida es así.Ese es el caso de Mercedes Cabanillas, ministra del Interior, a la que interpelarán esta semana.
Que la señora Cabanillas no era la 'Thatcher peruana’ es, a estas alturas de su vida y luego de los acontecimientos de Bagua, una verdad de Perogrullo.
Aún peor, compararla con Margaret Thatcher suena a un chiste de mal gusto. Porque la señora Cabanillas es en política todo lo contrario a lo que fue en su época la 'Dama de Hierro’.
Profesionalmente ha demostrado una chambonería que ha costado decenas de vidas. Pero su desgracia no son los muertos, precisamente.
En la guerra de las Falklands, Margaret Thatcher tuvo más de un centenar. Pero los muertos contribuyeron a la victoria de su majestad (y a la liberación de la Argentina de la tiranía militar) y, por lo tanto, no murieron en vano.
Los muertos de la señora Cabanillas murieron espantosamente mutilados por la vigencia de unos decretos que acaban de ser derogados con su concurso.Pero no es la debacle profesional de la señora Cabanillas su peor demérito.
Es el ocaso moral el que, en su caso, la oscurece ya no solo a ella, sino que salpica injustamente a todas las mujeres a las que ella, de alguna manera, representa en la política.
Porque la señora Cabanillas no solo no reconoce ninguna responsabilidad de nada, más bien, y esto es lo peor, le hecha la culpa de todo a un muerto, al mayor desaparecido que estaba a cargo de la operación policial.
O sea, el cadáver que ya no puede defenderse, ese es el culpable. Y así, la señora Cabanillas ha pasado a convertirse de mujer en una “pobre mujer”.
Señora Cabanillas, usted desacredita a la política, a la mujer y pone en riesgo la seguridad interior de la república. Ha ocupado demasiado tiempo el cargo para el poco bien que ha hecho.
Váyase, para que no haga más daño al Perú. ¡En nombre de Dios, Váyase!
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