domingo, 28 de junio de 2009

M. JACKSON EN EL CORAZON PERUANO


La muerte del cantante Michael Jackson, que todos sabíamos que iba ocurrir por la desenfrenada vida que llevaba el monstruo del rock.

Hoy es motivo de de profundos análisis, comentarios y reseñas de lo que fue y no fue.

Para el deleite de los seguidores del blog le doy dos crónicas que reflejan la vida tumultuosa del Jackson. Ah, por supuesto que son del diario "El País" de España:

Un mito de la música popular

El genio que criaba ratas

El artista emergió a la fama mundial tras una tortuosa infancia musical

Es apenas una nota a pie de página en la crónica del rhythm and blues de Los Ángeles: en los años cuarenta, apareció allí un grupo musical procedente de Gary, Estado de Indiana. Se hacían llamar los Jackson Brothers y, efectivamente, eran hermanos y se apellidaban Jackson. Tenían energía y fueron fichados por una sucursal de RCA. Se esperaban grandes cosas de los Jackson Brothers, pero un arresto por posesión de marihuana descarriló su carrera. Entonces, como ahora, las leyes contra las drogas servían como instrumento de control social sobre las minorías incordiantes.

Dudo que Michael Jackson y su familia conocieran ese desdichado precedente. Pero eran muy conscientes de que la escalera hacia el éxito se presta a los resbalones. Habían sobrevivido al rudo circuito para proletarios negros, en cuyos escenarios alternaban con strippers: Gary funcionaba como suburbio de Chicago y la mafia tenía esos caprichos.

Tras pasar infructuosamente por un sello diminuto, llegaron a Motown, primera división del pop negro. Quizás no les tomaron muy en serio: la prueba tuvo lugar en una fiesta al aire libre, junto a la piscina de Barry Gordy, capo de la compañía. El cazatalentos fue Bobby Taylor, un empleado veterano no perteneciente al sancta sanctorum: tras un año de trabajar con los hermanos, le desplazó un equipo de composición y producción más moderno, con el intimidante nombre de The Corporation.

Los Jackson fueron fichados justo cuando la compañía planeaba levantar el campamento: Berry Gordy abandonaba Detroit por Los Ángeles, un trauma que dejó colgados a muchos históricos de la discográfica y acabó con su cacareado espíritu familiar. Sin lealtades previas, los Jackson aceptaron trasladarse a California. Al año siguiente, tomaban por asalto las listas: ¡cuatro números uno en 1970! Revivían así un olvidado lema de Motown: "el sonido de la joven América". De hecho, rejuvenecieron el perfil de los compradores: solían ser niños, menores de edad en todo caso. El exuberante interludio de ABC explica su magnetismo, con un imperioso Michael gritando: "¡Siéntate, chica! / Creo que te amo / ¡No, levántate, chica! / ¡Enséñame lo que puedes hacer!". Se refería a bailar pero la imaginación juvenil es calenturienta.

De rebote, habían establecido el prototipo de grupo para adolescentes: hasta los Osmonds quinteto de pálidos mormones cantarines- les imitarían en su One bad apple. Curioso que alguien tan astuto como Berry Gordy no apreciara aquel filón. Implicado emocionalmente con Diana Ross, consagraba sus energías a transformarla en superestrella para adultos, con películas tramposas como El ocaso de una estrella. Los Jackson 5 daban más beneficios pero quedaban relegados en términos de dedicación creativa e inversión comercial.

Como casi todas las figuras de Motown, sufrían un contrato miserable: un porcentaje del 6%; cada miembro recibía medio centavo por single vendido o dos centavos por elepé. De las royalties se descontaban los gastos de producción, con lo que andaban siempre en números rojos: registraron 469 canciones, de las que se editaron 175, pero pagaron por todas. Romper con Motown era necesidad económica y urgencia personal. Michael editaba discos bajo su nombre desde 1971, sin input en el producto final. Aunque nunca protestó por su grabación más embarazosa, Ben (1972), canción de amor de un niño a su mascota: una rata. El propio Michael criaba ratas.


Motown les exprimió: se cobró 354.000 euros en deudas y el derecho al nombre The Jackson 5.

Hasta rompió la formación: Jermaine Jackson, casado con una hija de Gordy, se quedó en Motown y fue reemplazado por Randy. Pero valió la pena: en 1976, CBS les dio 531.000 euros como fichaje, aparte de 354.000 para grabar cada álbum y un porcentaje de entre el 27 y el 30%, según ventas. CBS era la principal compañía en rock y, en 1972, había encargado un estudio a la Harvard Business School, sobre las perspectivas comerciales del soul. Harvard recomendó que se asociaran con sellos negros y así se hizo.

Rebautizados como The Jacksons, terminaron con Kenny Gamble y Leon Huff, luminarias del suntuoso "sonido de Filadelfia". Dos discos con ese equipo les devolvieron a las listas y les permitieron, ya en 1978, el lujo máximo: la autoproducción. Con Destiny, los hermanos demostraron su dominio de las baladas y los llenapistas (del calibre de Blame it on the boogie o Shake your body). Simultáneamente, Michael maquinaba resucitar su carrera en solitario. Fue lo bastante prudente para ponerse a las órdenes de Quincy Jones: el mundo adulto no se fiaba de aquel veinteañero socialmente virgen. Tim White, uno de los raros periodistas musicales que pudieron entrevistarle, le pilló durante el rodaje de El mago. Quedaron en un restaurante francés de Nueva York, donde el chico se mostró tan desconcertado por el menú como por la cubertería; terminó comiendo con las manos.

A partir de Off the wall (1979), la historia de Michael es patrimonio de la humanidad. Se suele acentuar la aportación de Quincy Jones pero conviene afinar. Las maquetas demuestran que Michael ya manejaba el concepto global: ecos de la disco music, soul vibrante, funk impecable, pop empalagoso, gotitas de rock, hasta algún exotismo (Wanna be startin' something plagiaba Soul makossa, del camerunés Manu Dibango). Para todos los públicos y empaquetado con el perfeccionismo de los estudios californianos, sin reparar en gastos: si BAD requería unas frases de Hammond B3, se convocaba al organista supremo, Jimmy Smith.

En la jerga musical, la jugada de Michael se llama crossover: el salto del mercado especializado al gran público. No fue tan suave como parece: CBS necesitó presionar seriamente a la cadena MTV, que vetaba los videos de artistas negros. El proceso pasó por momentos delicados, cuando el público comprobó que Michael diluía sus rasgos raciales. Había mucho de hipocresía: en los barrios negros son populares los ungüentos para decolorarse la piel o cambiar la textura del cabello. Michael dio un paso más allá, al someterse a la cirugía facial. Fue su gran gesto de libertad: rompía el mandamiento que te obliga a quedarte en el grupo racial o sexual que te tocó en la lotería genética.




Tres niños para una herencia

La batalla por el dinero y los hijos de Jackson se prevé tormentosa


El único aspecto positivo de la muerte de Michael Jackson tiene un nombre: herencia.
Por mórbido que parezca su fallecimiento ha resucitado una carrera que desde hace años muchos creían moribunda. Tanto en iTunes como Amazon.com la obra de Jackson arrasa (en la tienda Apple, los primeros siete discos en ventas son de Jacko) y fuera de Internet, tiendas de música como Amoeba, la más grande de la ciudad, muestran el cartel de agotado en las estanterías dedicadas al cantante.
El valor de la obra de Jackson está fuera de toda duda, y no sólo por sus derechos de autor, sino también por posesiones, como un catálogo que en su momento llegó a proporcioanr al intérprete de BAD una media de 500 millones de euros anuales en derechos de autor.
A esa fortuna contribuyen álbumes como Thriller que desde 1982 se ha mantenido entre los discos más vendidos. Y además está su ojo para los negocios, con ese golpe maestro que fue la adquisición en 1985 del catálogo de The Beatles, que compró en 1985 por 34 millones de euros y que hoy está valorado en 710 millones (su propiedad la comparte con con Sony)

La ley californiana apoya a la madre de los críos en su lucha por la custodia

Pero Jackson siempre fue su peor enemigo.
Sus deudas llegaron a estar valoradas en 355 millones de euros.
Incluso pasadas las grandes crisis, ya conocedor de su precaria situación económica y en vías de recuperación con los 50 conciertos londidenses que iba a empezar en julio, Jackson seguía gastando por encima de sus posibilidades, residiendo en Los Ángeles en una mansión palacete con 7 dormitorios, 13 cuartos de baño y un alquiler mensual de 71.000 dólares..
Con su muerte se ha puesto freno al gasto y se han acelerado sus ingresos.
Pero ¿para quién será el dinero?
Hasta el momento se desconoce si tan siquiera existe un testamento del intérprete o quién está al frente del consorcio que creó para llevar sus finanzas cuando estaba siendo juzgado.
Fuentes cercanas a la familia citan a Katherine, la madre del cantante, como la persona que controla la fortuna del cantante.
Pero aún no está confirmado. Además, es difícil creer que sus hijos -Prince Michael Jr., Paris Michael Katherine y Prince Michael II, más conocido como Blanket-, no figuren como principales beneficiarios en un reparto de la herencia.
Blanket, de 7 años, es supuestamente fruto de inseminación artificial con una madre de alquiler, quien incluso en el caso de probar su maternidad tendría poco que reclamar según las leyes californianas.
Pero Michael Jr., de 12 años, y Paris, de 11, cuentan con una madre con nombres y apellidos,
Debbie Rowe, la enfermera con quien Michael Jackson contrajo matrimonio en 1996 y de quién se divorció en 1999.
Rowe renunció a la custodia, pero la muerte de Jackson lo cambia todo: según las leyes californianas, la madre es la primera en recuperar la custodia de sus hijos al fallecimiento del padre.
Extraoficialmente la familia de Jackson ha mostrado su intención de luchar "con uñas y dientes" por la custodia de los hijos, que han expresado su deseo de quedarse a vivir con su abuela Katherine, con quien están ahora en la mansión familiar de Encino (Los Ángeles), aunque la decisión final estará en manos de la Justicia incluso si Jackson dejó indicado en testamento sus deseos en este sentido.
Para los únicos que el negocio está asegurado es para la prensa del corazón, que no da abasto para saciar la curiosidad del público, y para la economía de Los Ángeles, que en plena recesión ha visto un rayo de luz en la muerte de Jackson, al aumentar el turismo de aficionados y curiosos.

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