martes, 9 de junio de 2009

NO HAY PEOR CIEGO....NUESTRO PERIODISMO

La forma como los líderes de opinión y los principales medios de comunicación están informando, con noticias, informes, reportajes y opiniones, realmente me hace recordar a la manera cómo caímos en el juego del senderismo en los años 80, que buscan - con clara intención - de confundir a la opinión pública y provocar la confusión y el caos en el país.
Es una opinión que amerita un análisis de fondo y forma, pero algunos periodistas aprovechando su ubicación estratégica en medios de comunicación de especial influencia se han dedicado a socavar las estructuras misma del Estado de Derecho que hoy rige en el Perú.
Qué buscan las señoras Rosa María Palacios y Patricia del Río, una en el programa "Prensa Libre" y la segunda en Radio Programas del Perú, con comentarios y opiniones antojadizos y parcializados tratando de demostrar algo que no pueden comprobar "la cantidad de muertos por el lado de los nativos", propalando versiones que no son exactas y muchos menos comprobables.
A ello, le agregan comentarios aterradores acusando al gobierno de haber mandando al matadero a los valientes policías que fueron a cumplir su labor, su misión que ellos mismos eligieron sabiendo que su profesión es de alto riesgo.
¿ Cuál es el encanto de generar una inestabilidad en los peruanos? ¿Porqué se ponen en el papel de justificar la matanza de los policías por parte del Gobierno? ¿ Porqué pretenden desconocer que los nativos fueron manipulados por Pizango y cía? ¿ Porqué justifican el comportamiento de los humalistas?
En ese mismo camino se manifiestan los otros periodista Beto Ortiz, conductor de "Enemigos Intimos"; Augusto Alvarez Rodrich, columnista ahora de "La República"; y Marco Sifuentes, blogero del "Utero de Marita", quienes también se ponen a justificar el comportamiento de Pizango y los humalistas, hacièndole el juego a las posiciones extremas que atentan contra los peruanos.
¿Qué buscan estos señores? ¿Cuál es su juego político? ¿A qué intereses responden ?

Es la misma posición ciega de los periodistas de los años 80 que justificaban los atentados terrotistas; les perdonaban la vida a los responsables de los "coches bombas", y quienes presentaban como luchadores sociales a los dirigentes que solo buscaron el derramamiento de sangre de peruanos entre peruanos. Esto queremos?

No se trata de defender al gobierno, ni atacar a los periodistas, ni mucho menos justificar un conflicto mal manejado, pero también hay que reconocer que el estado de derecho, la democracia vive bajo una presión mediática donde la suspicacia y la cultura de la sospecha prima, colocando como negativo y malo cualquier acción de defensa y de enfrentamiento a posiciones políticas, lean bien, políticas que luchan por implantar un sistema contra la libertades elementales.
Es así que programas noticiosos como "Prensa Libre", "América Noticias", dirigido por la fujimorista Martha Rodríguez, "Cuarto Poder" y los noticieros de Canal N, se han convertido en los mejores propandistas y voceros de las posiciones políticas similares a gobiernos donde hoy no reina la libertad ni la democracia.
Por eso la comparación con la prensa de los 80, como veían lejos las acciones criminales de los terroristas cambiaron cuando toda esa acción demencial llegó a Lima. Ahí tomaron conciencia del gigantesco juego absurdo que le hicieron a los terrucos.
A todo esto que dicen los dueños de los canales de televisión? Están de acuerdo con esas posiciones que propalan sus medios? O acaso están detrás de un nuevo proyecto político que busca tumbarse a la democracia? Cuál es el juego?
El esclarecimiento, el equilibrio y la serenidad en la hora de informar debe primar con explicaciones que ubiquen a los peruanos en el sentido real de la problemática que hoy vive el Perú.
Por eso que hoy les ofrezco tres opiniones encontradas que exhibe un análisis de fondo y que nos darían un visión y derrotero de los acontecimientos de hoy. Los comentarios son de Ricardo Vásquez Kunze, Mirko Lauer y Augusto Alvarez Rodrích, respectivamente.
Al mismo tiempo, es necesario precisar que no buscamos - de ninguna manera - impunidad de nada ni borrón y cuenta nueva, de ninguna manera porque se tiene que sancionar a los responsable de tan execrable asesinato.
El baile se acabó
Autor: Ricardo Vásquez Kunze

Las elecciones de 2011, que están ya a la vuelta de la esquina, serán muy distintas a las que hemos tenido desde 1995. Más bien, se parecerán mucho a las que enfrentó en 1990 a la derecha liberal, liderada por Mario Vargas Llosa, con el conglomerado de izquierda, encabezado entonces por el APRA, que llevó al poder a Alberto Fujimori.


Digo esto porque fue aquella la última elección ideológica que tuvo el Perú, antes de que el comunismo se desfondara estrepitosamente tras la caída del Muro de Berlín y el debate ideológico quedara cancelado.Algunos ilusos creyeron que, terminada la discusión ideológica, había muerto la política. Nada más falso que esto. Política ha existido siempre, antes de que existieran ideologías.


Como la política no es más que la lucha por el poder, si no hay visiones del mundo en conflicto, entonces habrá ambiciones personales o de grupo que satisfacer. Y cuando esto sucede en un sistema en que el poder lo otorga finalmente el voto del pueblo, entonces, si no hay ideas que discutir, la política se convierte en un circo.


En esas circunstancias, para ganar una elección es inútil apelar a principios e ideales en los que todos están de acuerdo y, por lo tanto, no queda más que apelar al “baile del chino”, al “baile del teteo” o a bailar con Gisela por un sueño. Así se llega al poder en un mundo donde nadie interpela seriamente una idea dominante.


Sin embargo, esto está cambiando a pasos agigantados. En el continente, los procesos políticos del Chávez, Morales y Correa han resucitado la política ideológica. No es, por cierto, aquella “cientifizada” de los comunistas del siglo XX, pero el hecho incontrovertible es que, así de gaseosa como es, está desafiando una serie de valores y principios que todos daban por hechos. Y esto, bajo el paraguas de la crisis financiera mundial y de los paradigmas filosóficos que son su consecuencia.


Escuchaba el otro día al actor peruano Roberto Moll, residente en Venezuela desde hace mucho, definirse como “hijo del pueblo” y de sus “intereses de clase” y “enemigo de la oligarquía”. Este discurso ideológico, ampliado del pequeño mundo de la clase media a la que pertenece Moll, a otro más vasto, tiene como inevitable corolario rebeliones sangrientas como las de Bagua y solo demuestran que ese “otro” discurso atraviesa ya a la sociedad peruana.


Lamentablemente para un país bien encaminado como el Perú, la clase política no ha cambiado de CD. Por un lado los liberales siguen repitiendo como loros los mismos cuentos que ya no se sostienen, sin hacer el menor esfuerzo por recrear su discurso. Por el otro, sus operadores creen todavía que es posible ganar bailando. Señores, entiéndanlo. El baile se acabó. ¡Por Dios! ¡Están a punto de que les apaguen la luz!


Bagua: no se puede manejar el tema con vaguedades

Por Mirko Lauer

La tragedia de Bagua se convirtió instantáneamente en una guerra de versiones lanzadas con furia y desaprensión, y que los medios vienen recogiendo con parecida actitud. El gobierno habla de una conspiración internacional y la oposición denuncia un genocidio planificado. Hasta el momento no hay realmente pruebas efectivas para ninguna de las dos cosas, pero igual se vienen repitiendo.


El número y las circunstancias de las muertes en muchos casos son lanzados al espacio público sin la menor demostración. Los de los policías sí son cadáveres demostrados, y lo mismo sucede con casi una decena de nativos. Pero los deudos de los quemados, o los lanzados al río (cientos en algunas versiones), o los ametrallados desde helicópteros no aparecen por ninguna parte.


Es indispensable establecer los muertos y los hechos cuanto antes, separar los datos de los datoides, la información comprobable de las simples mentiras. Sin eso buena parte del supuesto análisis político, administrativo y jurídico se queda en simple gritería enconada contra la otra parte. Aunque es probable que cada uno de los bandos prefiera quedarse con su versión a reconocer alguna verdad.


El 5 de febrero de 1975 nació una leyenda urbana según la cual el Ejército había asesinado a cien, y hasta cientos de policías. Nunca apareció un solo cadáver policial ni un solo deudo, pero la versión (en ese tiempo el Apra estaba del otro lado del mostrador) siguió dando vueltas, probablemente hasta hoy, sin la menor preocupación por los hechos. Hasta hoy no ha aparecido el investigador de ese tema.


No se menciona lo anterior para minimizar a las víctimas de Bagua en los dos lados del conflicto, sino para llamar la atención sobre el clima de desinformación en que se ha venido dando todo el proceso, desde mucho antes de la tragedia. Más aun, buena parte de la tragedia ha sido causada precisamente por la deliberada desinformación a las dirigencias nativas sobre los más variados puntos.


Algo parecido sucede con el contenido mismo de la discordia: petróleo vs. hábitat nativo. El gobierno sostiene que los decretos por su cobertura no afectan a los nativos. Los nativos sostienen que sí los afectan. No hay información pública sobre qué se discutió, y sobre qué bases fácticas se dio la discusión, en el diálogo de sordos llamado diálogo Yehude Simon-Alberto Pizango.


Aunque suene paradójico, en circunstancias de gran conmoción un efecto de las noticias es desdibujar los hechos. Cuando uno persigue el titular de mañana a veces le queda poco tiempo para preguntarse si el titular de ayer decía las cosas como eran. En consecuencia, necesitamos los nombres y el número exacto de las víctimas, y los datos de sus deudos. Todo diálogo tiene que pasar por allí.


El fin del perro del hortelano

Por Augusto Álvarez Rodrich

Esta teoría ya probó un bocado envenenado.

Veinticuatro policías asesinados; un número indeterminado –pero quizá mayor– de pobladores muertos; nativos con cara pintada en son de guerra y sin ganas de retroceder; y el presidente insistiendo en que se trata de un complot contra la democracia de terroristas financiados por intereses extranjeros opuestos al progreso del Perú, componen un cóctel explosivo que ya cobró muchas vidas y que podría ponerse peor en el futuro.


A estas alturas es evidente que el gobierno, por más buena que fuera su intención, siguió una estrategia equivocada en la selva, sin un esfuerzo mínimo de entender la cosmovisión de sus pobladores, y cayendo en el facilismo agresivo de, como no compartían su punto de vista, calificarlos de ‘perros del hortelano’, de ignorantes y de terroristas.


Lo ocurrido constata el fracaso de la política realizada en Lima al ocuparse de asuntos trascendentales para zonas alejadas de la capital. El Ejecutivo y el Congreso se enredaron en un peloteo irresponsable con los decretos controversiales, y el resultado son las muertes lamentables de estos días.


Sospecho que algunos están felices por lo ocurrido en Bagua pues mete al gobierno en un túnel que les conviene y del que puede ser difícil salir. Evitar una mayor confrontación, con más bala y más muerte, puede verse como algo complicado en este momento dado el rumbo de colisión en el que están ambas partes. Pero eludir ese desenlace fatal más grave que el ya visto constituye ahora un objetivo fundamental.


Salvo que el presidente García esté dispuesto a extremar la situación con el riesgo de un mayor desangramiento, este es el momento de que actúe con una perspectiva de largo plazo. La arrogancia y la soberbia suelen ser malas compañeras de la grandeza indispensable en un estadista en la hora difícil.


Esto puede implicar el retiro del rollo que acusa a los nativos de terroristas (incluyendo su spot televisivo), y abrir un espacio de negociación nuevo quizá suspendiendo la aplicación de los decretos para crear el clima para una solución pacífica.


Un cambio de gabinete facilitaría el proceso, pero más importante será el cambio de actitud del presidente Alan García, con una actitud menos agresiva, reconociendo que su teoría del ‘perro del hortelano’ ya pasó a mejor vida, que no todos con los que debe conversar son empresarios elegantes que lo visitan en Palacio, y admitiendo que el daño que ya sufrió su gobierno en Bagua es grande, pero que este puede ser mayor si insiste en la ruta actual, pues el efecto imitación en muchas otras zonas puede ser una ola grande que no pueda pasar, construyendo un desenlace negativo e indeseable que ni él, ni los peruanos ni el país merecen.


Asi piensan nuestros periodistas hoy, esperamos una serena reflexión ante el alto grave de responsabilidad para con la opinión pública

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